________
Después de una semana exacta de vida independiente, juro solemnemente que jamás volveré a burlarme de la frase “en la casa de Gran Hermano se magnifican los sentimientos”, porque aunque por suerte no esté siendo grabada durante las 24 horas del día, he de decir que estos últimos 7 días (3 de éstos especialmente) han sido muy intensos… y me han ayudado a descubrir cosas de mí misma que no conocía. Por desgracia, también he confirmado otras de esas cosas que siempre me están taladrando en los momentos de soledad y reflexión, pero bueno, eso ya lo tengo asimilado.

El día 16 comenzaron las jornadas de bienvenida, y yo, obviamente y gracias a mi timidez empedernida y ese miedo innato a las situaciones nuevas, le tenía un terror enorme a tal día. Sin embargo, aquel miércoles comenzaron realmente las buenas vibraciones con un grupo de gente con el que ojalá el principio de curso no signifique el final de la relación. Especialmente con una de estas personas, precisamente con la que será más difícil mantener el contacto… pero ya se conoce mi buena suerte.

¿Suerte? Este término me recuerda a otro acontecimiento vivido esta semana (siento que el relato de mi primera semana como emigrante castellonense de vuelta a sus orígenes vaya a ser un poco caótico, pero hay mucho que escribir y pocas neuronas que se dediquen a organizar esta información… están ocupadas organizando mis pensamientos). Hace tiempo, como puede que alguien recuerde, decidí preinscribirme a la EOI de Sant Cugat para empezar a aprender Alemán. Me prometieron que no tendría ningún problema para acceder a ella, que había más plazas que demanda… no fue así, obviamente. En un primer sorteo quedé excluida, y claro, algo deprimida (esto ocurrió el martes 15, antes de empezar los geniales 3 días levemente relatados de esta semana). ¿Mi sorpresa? Ayer mis padres me llamaron y me informaron de que se disponían a venir a Barcelona mañana lunes para matricularme, que al final quedaban vacantes y yo optaba claramente a una de ellas. Con la distancia he descubierto que tengo unos padres geniales, no los merezco. Venir de Castellón a Sant Cugat para inscribirme en la EOI ya que mañana empiezo las clases en la Universidad… otro tema peliagudo.

Pero volvamos a lo ocurrido entre los días 16 a 18. Como ya he dicho, los sentimientos con la distancia respecto a la gente a la que quieres y promovido por la novedad de la situación, se magnifican. Jamás había cogido tanta confianza con alguien con tan poco tiempo… y menos aún con chicos. No es que me den repelús ni nada por el estilo, pero es que no sé cómo tratarles. Todos sabéis que sólo tengo un amigo (o eso creo) y que las relaciones (de diferente índole) con el sexo opuesto que he tenido han acabado mayoritariamente de manera tormentosa, por lo que me sorprendo de ver que no soy tan antisocial como creía y que soy capaz de abrirme a alguien que acabo de conocer. Alguien. Ese alguien con el que me encantaría ir al concierto de Tarja Turunen para el que todavía no me he decidido a comprar las entradas por pánico a hacer el ridículo yendo yo sola. He de proponérselo… pero no sé cómo sonará tal ofrecimiento ni si detrás de su aspecto heavyata (aunque entrañable a la vez) se esconde la persona que a mí me gustaría descubrir. Sí, sigo siendo yo, la que se come la cabeza por cosas sin sentido, eso no ha cambiado lo más mínimo.

Supongo a mi pesar que ahora, a partir del lunes, esta intensa relación de 3 días llegará a su fin. Coincidimos –los que lo hacemos- en pocas asignaturas, y algunos ni siquiera vamos a cursar la misma carrera (¿por qué tú?) y en estos momentos tengo un gran miedo a lo que ocurrirá el lunes. Podría ser más explícita, pero creo que todos conocéis cuáles son los síntomas del nerviosismo ante una situación ante la cual no tenéis ni idea cómo se desarrollarán los hechos venideros.

Hoy, mi último día de vacaciones, he decidido tomármelo como un día de relax y reflexiones, pero creo que lo estoy empeorando todo. A cada instante me sorprendo aguzando el oído con la esperanza de oír el tono de recepción un sms o una llamada que me ayude a no sentirme tan asustada por no saber cómo evolucionará nada a partir de ahora. Sería genial que todo siguiera el curso de estos 3 magníficos días en la provincia de mis amores, con las risas, las burlas a mi acento y mi argot dialectal y sobre todo, compartiendo sillón con una persona genial. Dudo que nada ocurra según mi imaginación y mi esperanza, pero para eso me he decidido a plasmar mis sueños en un blog al alcance de todos, para tentar a la suerte (ésa que casi siempre me da la espalda) y conseguir que por una vez –que ya toca después de año y medio largo de soledad en cierto campo de mi vida- salga algo bien. Dicen que a la tercera va la vencida. Ésta lo es. Espero que el refranero popular no me deje colgada, como tantas veces ha hecho.

A partir de ahora, y cambiando de tema para terminar este texto que debe estar pareciendo inacabable, intentaré escribir diariamente si resulta que –como espero- a partir de mañana ya tenga internet en casa (en estos momentos lo estoy robando en un hotel). Sólo añadir que soy consciente de no haber plasmado aquí muchas situaciones vividas durante estos días como por ejemplo la visita de la que iba a ser mi compañera de piso –que finalmente y a mi pesar no lo será, putadas del destino a las que estoy pseudoacostumbrada- o mi éxito con la cocina, pero cierto tema ha calado muy hondo en mí y necesitaba que quedara reflejado para la “eternidad”.
Love, lust, desire.
~