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Así es, por fin se han cumplido los planes y ya hace dos días que estoy viviendo en la Vila. Casi uno totalmente independizada.

Me siento extraña, muy extraña. Supongo que es una sensación normal al llegar a un sitio nuevo y encontrarte prácticamente sola, sin conocer a casi nadie y con más responsabilidades de las que nunca has tenido. Además, si le sumas a todo eso el hecho de seguir con la incertidumbre de quién será mi compañera de piso y que el wifi muere de cuando en cuando, se puede decir que estoy un poco aburrida. Pero no desesperemos, supongo que la situación irá cambiando poco a poco, que iré conociendo gente y localizando a los pocos con los que hablé el día de la presentación y la matrícula (sobretodo a partir del miércoles, que es cuando empiezan las jornadas de bienvenida).

En estos momentos me encuentro esperando a mi delegada de bloque para que haga un inventario de mi piso, para que se vea que los pocos desperfectos que hay no los he provocado yo, que venían de serie, y así pueda recuperar mi fianza a final de curso. Espero que no tarde mucho, que si no, me tocará ponerme a hacer la comida (dioxxx, qué raro suena viniendo de mí) a las 2 y pico... y sin tapa del microondas puedo crear algún que otro destrozo. ¡Qué dura es la vida de soltera! Al menos he conseguido hacer un café que sabía a ello, que ya es un paso.

Pues eso es todo de lo que puedo dar fe. Si por una de esas casualidades del destino esto lo leyera alguien que está viviendo en la Vila de la UAB, que me avise, que le invito a una tacita de café... o un vaso horchata. Sí, ya sé que mi oferta es reducida, pero hasta de aquí a un par o tres días no me dignaré a comprar nada más, que sin saber aún quién será mi compañera, no me arriesgo a llenar la nevera.
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