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Frente a un ordenador, con las neuronas parcialmente derretidas a causa del calor de estos últimos días e intentando organizar ideas. Ésa soy yo... o eso creo ser, porque al encontrarme en estos momentos en el mismo momento de ignorancia o perdición que se va repitiendo cada "x" tiempo en este bucle que es mi vida, lo dudo todo.

¿Veis? No puedo asegurar nada. Juré que eligiría Alemán como idioma C, y al final me he acabado desdiciendo al matricularme en Japonés. La gente me llama extraña, friki, que no sé dónde me he metido, y parte de razón tiene. ¿Pero no es mi vida ya un caos intentando planificar las decisiones y sus consecuencias? Entonces da igual... siempre que las promesas sólo me incumban a mí, no a terceros a los que podría dejar en la estacada, eso lo tengo bien asumido.

Pero el "caos" ahora ha vuelto a aparecer en su forma más importante y destructora otra vez de la misma manera que otras veces. No hace falta ser muy inteligente para saber qué es lo que hace que lie mis pensamientos y me estrese por chorradas, sólo hace falta conocerme un poquito. Al igual que antes de que se me planteara la hipotética situación -de la que no estoy segura en ningún aspecto si es real o no- ya sabía cómo iba a reaccionar: silencio aunque vigilancia.

Ains, siempre me acaba pasando lo mismo, me monto historias sobre las que tengo la misma reacción y por tanto actuo de la misma manera... Es todo caótico, pero paradójicamente ordenado con un detallismo minucioso. Puede que el día que me atreva a tomar una decisión diferente, todo marche bien, o al menos, como desearía.
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Prestas un poco de atención y de fondo escuchas The Top of the Morning de Mike Oldfield. Entonces te das cuenta, con los ojos entrecerrados a causa del madrugón que te ha tocado pegarte, de que estás sentada en tu coche -pilotado por tu padre- de regreso desde Barcelona y tienes una leve sensación de dejà vu... te recuerda a tu más tierna infancia, al trayecto de casi todos los fines de semana, y te sientes genial.

Retornas a casa después de la charla de Traducción en la UAB -porque sí, te han admitido... aunque en séptimo lugar y eso te defrauda un poco, pero en el fondo sabes que eres una privilegiada-, que realmente ha resultado útil, y además has conocido a un montón de futuras compañeras de carrera. Todo te da esperanzas de que puede funcionar tu próximo traslado a Cerdanyola, y mejor si al final consigues entrar en la Vila Universitària, como parece ser muy probable.

Miras por la ventanilla derecha del coche, debidamente equipada con tus nuevas gafas de sol, y seguidamente diriges tu mirada hacia la bolsa llena de obsequios de la UAB que te ha sido repartida y te diviertes imaginándote usando la "gotimplora". Parece que las preocupaciones que has ido arrastrando durante las últimas semanas se vayan disipando, y más todavía los miedos que no te han dejado dormir apenas poco más de 4 horas la noche pasada. Aún queda mucho camino por andar, pero parece que la primera piedra ha sido debidamente colocada... y lo has hecho tú sola.

Ahora sólo queda volver el miércoles para formalizar la matrícula, elegir idioma C (Alemán, está decidido) y visitar el "piso piloto" de la Vila. A ver si vuelve a haber suerte y podemos volver a extender las cuerdas para iniciar una relación cordial con mis posiblemente nuevos vecinos. Pero en estos momentos, prefiero evadirme bajo la genial musicalidad del creador de Tubullar Bells a pensar cómo se desarrollará la jornada del 22.
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La humanidad es maníaca. Todos, aunque mucho nos empeñemos en negarlo, tenemos obsesiones de las cuales no nos podemos librar por más que queramos... las que cuando más seguros estamos de que les hemos dado esquinazo, vuelven a aparecer por el recoldo menos pensado.

Esa libertad que tanto proclamamos tener, realmente es una máscara tras la cual se esconden nuestros instintos más básicos, nuestras necesidades más primarias, las que intentamos menospreciar -aunque las adoremos- tachándolas de obsesiones. Entonces aparecen los sueños.

Todos nos hemos reído en alguna ocasión de haber despertado tras haber sido -por ejemplo- un nazi perseguido por su ex-suegra por los canales de Venecia. Vale, ese ejemplo no es muy genérico, la verdad, es más bien propio (y sigue haciéndome gracia), pero nos servirá. Según Freud, esta pseudopesadilla seguramente podría extrapolar la mezcla entre terror y asco que le tuve a cierta persona... y lo tuve más de un año después de haber roto cualquier relación existente (¿relamente existió algún tipo de relación?) entre esa persona y yo. Así pues, hay que decir que ese rencor contenido es una obsesión.

¿Quién no se ha liado en sueños con alguna persona cercana con la cual no tendría ningún tipo de contacto íntimo estando despierto? ¿Quién no ha tenido una experiencia subconsciente referida a alguna persona que estaba intentando olvidar, y dicha experiencia le ha hecho "avivar" las ganas de volver a verle? Los sueños son la ventana a nuestras obsesiones, llegando muchas veces a darles alas y a hacer que ésas se conviertan en una bola de nieve cada vez mayor.

Pero no sólo los sueños hacen que convirtamos un objetivo de la vida en una obsesión, es decir, en un objetivo que nos quita la vida. La fantasía, las películas, los libros... hacen que pensemos que al vernos alcanzando ciertos objetivos seremos más felices, cuando no será así. Pero da igual, ya nos hemos obsesionado, y no pararemos hasta conseguirlo. Entonces tendremos dos opciones: o darlo por perdido o ver que la imagen que nos habíamos creado no era más que un sueño (la puerta a nuestra obsesión).

Así que volvemos a los sueños. ¿Para qué sirven, entonces? ¿Para hacernos vivir una vida en la que seremos más felices (siempre que sepamos distinguir entre vigilia y sueño) o para hacernos sufrir más en la vida en la que creemos que somos libres y realmente no lo somos?

Jamás obtendré la respuesta, pero mis necesidades vitales están haciendo que lleve unos cuantos minutos obsesionada con comerme una galleta de chocolate. ¿Soy realmente libre de oponerme al ronroneo de mi estómago, de mi instinto humano? ¿Seré más feliz si me resisto, o me lanzo a una obsesión chocolateada? Las obsesiones no siempre vienen dadas por los sueños, pero sí que las crean los mecanismos básicos de las personas, por lo tanto, ¿hasta qué punto es justo que te tachen de obseso si es algo intrínseco a la naturaleza humana?
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Todos los años en verano tiene que haber un día como hoy. Lo sé, pero me sorprendo, me amargo, me dan ganas de desaparecer. ¿Qué coño he hecho mal en mi vida para que todo me salga mal? Me gustaría resolver ya de una vez ese enigma, porque ya son demasiados años aguantando esta situación tensa en casa... y sin poder escapar de ella.

Porque claro, todo el mundo se queja de que está aburrido, de que el verano no está yendo como ellos esperaban... pero nadie hace nada para arreglarlo. Hago planes, sí, pero, ¿para qué? Un ejemplo: Ayer se pretendía ir a la playa (vale que no la soporte, pero para pasar un rato con amigos, todo es bueno), pero claro, no podía salir bien estando yo por el medio. Lluvia. Nada. Pero no desesperemos, ¡hay otro plan! ¿Y cómo terminó? Hecho cenizas. Nada. Y en casa no te puedes quedar, claro está, porque tienes una persona rondando por tu mismo habitaje que ni hace ni deja hacer... y si te ve en casa ¡hecatombe! Así que te tienes que ir con tu madre al cine... mayor error. La otra persona ahora ni te saluda cuando entras en casa. Bien, bien. Para que luego me digan que mis padres se deben sentir orgullosos de mí... jajaja. Si esa es la manera de mostrar orgullo y aprecio, casi preferiría que me odiaran. Al menos el sentimiento se correspondería con la forma de actuar.

Deseo desesperadamente desaparecer. Podría hacerlo, soy mayor de edad, pero esa "adultez" no me sirve de nada. Sigo siendo tratada como una niña que tiene que pedir permiso para todo. No tengo coche propio -y no será porque no me lo merezco-, tengo que pedir permiso para coger el de mis padres; siempre he hecho lo que se me ha mandado, lo que me han pedido, lo que me han ordenado... y de una manera eficiente, sin meterme en líos ni ser rebelde. Muchos padres hubieran matado por tener una hija con una adolescencia tan light como la he tenido yo, sin problemas, sin disputas, interesada por aprender y por los estudios. Pero no. Esa persona que se hace llamar mi padre (bueno, realmente no lo sé, porque como si pudiera, estoy segura que renegaría de mí) se podría decir que me tiene incluso asco. Aprecio cero. O al menos eso es lo que me demuestra día tras día.

Sólo faltaría que el día 16 se me diera la mala noticia de que no estoy admitida en la Autònoma. Haré alguna burrada si eso ocurre, lo juro (a pesar de no creer en juramientos). Si no aguanto menos de un mes viendo contínuamente la cara de perro de mi padre y la tensión contenida de mi madre (aunque realmente no sé si es peor que esté contenida que que salte a la vista como lo ha hecho hoy), ¿cómo voy a aguantar 4 años más viviendo aquí, en Castellón? Si ya estuviese en Barcelona, aunque me fuera sola a dar una vuelta esta tarde, tendría dónde ir. Pero no aquí, en esta alcantarilla que se hace llamar ciudad... de vacaciones, ¿no? ¿O preferimos decir "ciudad de corrupciones"? Sólo hace falta encender la televisión y esperar que en el Informativo de cualquier cadena den alguna noticia de Castellón: cohecho y demás delitos de Fabra, accidentes de tráfico, falsos médicos, robos... es genial vivir aquí. Maldita la hora en que mis señores progenitores decidieron abandonar El Prat.

Todo ha ido de mal en peor desde entonces. Ojalá volviese a tener 7 años y poder disfrutar del Parc Nou, mis clases de patinaje en el Sagnier y mis compañeros de clase en el Ramon Llull. Poco merece la pena de mis 11 años en Castellón: alguna persona, alguna experiencia, algún sentimiento... pero poco más. ¿Cuándo me va a tocar ser feliz? ¿Cuándo me pasará algo realmente bueno sin depender de mis capacidades y mi esfuerzo? Desde el día 27/06/05 no he experimentado lo que es la suerte. ¿Volveré a hacerlo? Permitidme que lo dude mientras pienso cómo ocuparme esta tarde.

Una tremendista. Já.
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No. No soy tan egocéntrica como para referirme a mí, pero sí que me afecta, puede que demasiado. Hace que me cuestione cosas y me hunde porque sé que no tienen lógica, que no las entenderé aunque lo desee con todas mis fuerzas. C'est la vie, dicen.

Lenguas clásicas. Calificadas por la gente inepta como "lenguas muertas". Preferiría de lejos que estuvieran ellos muertos a que enterraran con tanta alegría y sencillez -e impunidad- miles de años de historia y el trabajo de muchísimas personas a lo largo de las diferentes épocas que ha vivido la humanidad. ¿Se han planteado a qué se refiere ese "muertas"? No. No tienen interés por las lenguas, esas que usan continuamente incluso para descalificarlas... si tan malas son, ¡que se comuniquen a base de números! Es de la única manera que admirarían -como yo lo hago- el trabajo que día tras día hacen los filólogos. Porque un filólogo siempre admirará a un científico (a pesar de la mala prensa que haga de su trabajo literato), pero raramente vemos un científico que se pronuncie a favor de las lenguas. Espero que eso sea debido a que a causa de su propiamente desconocida ineptitud no encuentran los términos adecuados para hacerlo y prefieren mantenerse en silencio. Como hoy le he dicho a una persona a la que ampliamente admiro, "no hay que perder la esperanza".

Es por esa persona por la que hoy me siento triste. Aunque me haya levantado extrañamente llena de vida y júbilo, y con unas ganas de actividad inauditas -en menos de una hora, 100 páginas devoradas-, leer un e-mail (después de saber que mi segundo plan de ocio para el día de hoy también había sido cancelado) cuyo remite me había apuntado que el contenido sería amable y esperanzador, ha resultado ser todo lo contrario.

¿Qué necesidad tiene la gente de amargar las ansias de trabajo de la gente buena e inteligente? ¿Por qué tienen que fomentar las actitudes negativas respecto a ciertas asignaturas? ¿Qué ganan desprestigiando el trabajo y los años dedicados al estudio de profesionales de las lenguas... a los que me gustaría parecerme algún día? Lo único que han conseguido es que me dé cuenta de que le tengo un cariño especial, puede que mayor del que me había pensado. Seguro que mis palabras de ánimo no le han aportado nada nuevo sino falsas esperanzas (ya que las palabras positivas viniendo de una persona tan negativa como lo soy yo pierden su sentido y credibilidad), pero yo lo he intentado... y es lo único que me consuela.

No es justo que una persona que se desvive por su asignatura y sus alumnos no pueda desarrollar todo lo que había pensado para el año venidero a causa de una administración injusta en la que priman las ciencias y el profesorado egoísta que es capaz de menospreciar la labor de un compañero para ganar el mayor número posible de alumnos... a los que les gustaría no tener que dar clase, ya que no se encuentra en la docencia por vocación, sino por un sueldo fijo y vacaciones aseguradas. ¿Por qué no intentamos todos hacerlo lo mejor posible y no pisar a los compañeros para sacar beneficio propio? Lo único que tengo claro es que ha sido mi mejor profesora, que el año que viene la echaré profundamente de menos y que no se merece una reducción de horas ni el desprestigio que sufren las lenguas clásicas, ya que se nota que disfruta con su trabajo y por tanto hace disfrutar a sus alumnos. Me hizo disfrutar demasiado.
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"Los bebés nacen de una semilla. Esa semilla sale de la polla de un hombre que la planta en el coño de una mujer". Sí, soy fácilmente impresionable, más teniendo en cuenta que se te muestra tal sentencia de una manera totalmente inesperada. Sorpresa aumentada probablemente por el hecho de que se haya presentado en uno de los que al largo de los años se me ha venido diciendo que es uno de los mejores libros -sino el mejor- de la literatura actual. Hasta los 18 no me he retado a leer Los Pilares de la Tierra, y en esta misma edad me ha quedado claro que para crear una obra de arte no hay que ser siempre políticamente correcto.

Así pues, sin pretender mostrarme presuntuosa en ningún aspecto, desde el minúsculo recoldo que es mi multicolorida habitación en la globalidad del mundo, veo que como una blogger más puedo estar contribuyendo a una obra de arte plural. Esto se debe a que aceptando que lo políticamente correcto no es siempre lo mejor, estoy segura que algún día, nuestros descendientes o sucesores observarán nuestra rutinosa y a veces hiriente escritura -si es que sobrevive a la brutalidad de los servidores caídos y los negocios de la red- como un documento histórico más... como arte.

A pesar de que yo no soy una de esas personas que se encuentran en la media española de horas dedicadas a la redacción de su blog y asimismo se situan por encima de la media europea, y por tanto, mi contribución es diminuta, me encantaría saber que alguien, dentro de 20 años, entra por casualidad en esta página y se encuentra impulsado a leer los estúpidos pensamientos de una chiquilla que goza de su recién mayoría de edad con más pena que gloria, con sueños irreales -¡incluso surreales!- y esperanzas más bien extrañas, como la que ahora estoy confesando.

Realmente lo que hoy he escrito no tiene sentido alguno, y me doy cuenta. Pero, ¿y qué? Estoy siendo presa de un raro e inusual ataque de imaginación, probablemente causado por haberme pasado parte del día sumergida en la lectura del gran best-seller de Ken Follet. Definitivamente hay que admirar a escritores y científicos, y dejarnos de alabar estúpidamente a jugadores de fútbol que por dar 2 pataditas a un balón ganan lo suficiente como para aliviar durante un buen período de tiempo el hambre a muchísima gente. Pero ésa es otra cantinela y hoy prefiero seguir ensimismada con la maestría de Follett.
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