Y sientes que tu ánimo ha cambiado. Piensas en cosas en las que hacía tiempo que no pensabas, te habías olvidado de éso, no les dabas importancia, lo querías más bien fuera de tu vida, y ahora vuelve a despertar interés en ti. Te das cuenta de que las conversaciones y los temas que tocas en éstas te afectan.

Gracias -o desgracias- a tus amigos te acuerdas de algo, de algo que ahora quieres repetir -antes de cierta conversación no- aún a sabiendas de que salió mal. Está claro, el co-protagonista debe cambiar ya que al antiguo sólo quieres que gapearle en el ojo, que te demostró ser un cabrón, pero a pesar de ello quieres repetir la experiencia. Diferente, pero en fin, similar.

Con lo bien que estaba yo sin pensar en ello. ¿Soy demasiado idealista? ¿Demasiado esperanzada? Ahora a esperar, a encontrarlo, a elegir bien... y a esperar la reciprocidad. Aunque puede que dentro de dos días vuelva a mi estado de feliz aislamiento de el deseo, de las ganas, de la esperanza...

¡Qué jodido es querer algo y no tenerlo! Y menos sin saber qué es lo que exactamente quieres...
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