Lo veía claro como la luz nacida de entre las nubes que acaban de descargar una devastadora tormenta y aún así fui incrédula de albergar en lo más hondo de mi ser una pequeña esperanza. Y lo peor, ésta sigue dentro de mí.

Pero eso es solamente el broche de oro a semanas y semanas de angustia, depresión y ganas de desaparecer, de empezar de cero. Y sí, no me hundo por un defecto de buenas nuevas, sino que también por una ausencia de palabras alentadoras, de actos bienintencionados, en definitiva, del calor de un amigo.

Sí, hay gente que se intenta preocupar, aunque dudo que realmente lo hagan, y por ello hago como si nada. Intento reír cuando todos lo hacen, pero no lo siento, hoy no lo sentía, actuaba como los borregos... lo que soy.

Así que a seguir adelante, que es lo único que se puede hacer en situaciones como ésta. A seguir con los estudios, a seguir con la misma rutina de siempre, a seguir con el mal ambiente que desde finales de verano me acompaña -y vivido anteriormente a largos períodos-. A seguir esperando una respuesta que nunca llegará y que en una remota probabilidad podría significar un pequeño apósito para mi desgarrada alma.

Qué tristeza que tus posibilidades para ser feliz sean tan escasas y tan abstractas. Asun lasimaailmassa.
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