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El cansancio se hace patente tras 6 meses de estancamiento, en los que los ecos de esas efímeras notas de piano que llegan a mis oídos a través de los senderos de la distancia no hacen más que incrementar esa soledad en la que muchos días me encuentro inmersa, a pesar de ser el momento de mi vida en el que más arropada me he sentido.

Esta vez es la definitiva. Se acabó. No hay marcha atrás ni palabras vacías de significado ni sentimiento como un "¿qué tal?" que me hagan volver al estado de ensimismamiento en el que he vivido por un individuo fútil y desconocido.

638 kilómetros han roto mi ilusión, pero la indiferencia ha dolido más. No obstante, he de reconocer que parte de la culpa es mía, ya que el hombre -más bien, por la parte que me que incumbe, la mujer- siempre tropieza con la misma piedra. Así pues, mi guijarro heridor son aquéllos que creen tener alma de poeta, aunque el alma es algo abstracto, de cuya existencia me siento obligada a dudar, ya que al igual que el príncipe en muchas ocasiones se convierte en sapo, el que creía ser el compositor de las más bellas palabras -aunque realmente no lo fuese- pudo descubrirse como un ser narcisita y misógino. Empero, en esta ocasión, la ignorancia y la indolencia me han impedido conocer la verdadera cara del aedo que se adueñó de mi mundo onírico y me hizo vivir en el más ardiente platonismo.

Así pues, esas efímeras -aunque preciosas- notas de piano quedan, envueltas por el nihilismo del que soy presa, para la celebración de su efemérides algún día de octubre, celebración que, al igual que mi paso por su vida, con el transcurso de los segundos resultará etérea y sin importancia.
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Comments (1)

On 13 de abril de 2009, 19:10 , Rubén dijo...

¬¬


(Si ,aqui tampoco tengo nada mas que decirte.... solo que eres una ñiñiñi y punto *-um*)